21 febrero 2007

Diatribas celestiales






Roma, a pasos del Vaticano, 29 de enero de 2007, 21:00 hrs.

En medio de tantas pinturas vaticanas, presto oído a lo que dicen los retratados, querubines envejecidos, pudorosos y aburridos de su desnudez regordeta. Algunos ejemplos de lo que comentan os los reproduzco a continuación:

Adán quiere comer ensalada de tomates, no más manzanas. Eva quiere una buena sesión de sexo, no más diálogos enredados con serpientes ni un marido que la culpa de sus actos.

Dios quiere pasar a retiro, pero el Espíritu Santo no está dispuesto a sucederlo y no confía en el hijo porque es muy subversivo, capaz que deje el universo volteado… los pobres arriba y los ricos abajo.

San Pedro, por él cuelga las llaves. San Mateo se encargaría gustoso (no más escritura evangélica) pero nadie piensa que “dé el ancho”. Santo Tomás también le gustaría, pero conciente de sí mismo, sabe que como es desconfiado, no entraría al cielo ni el 20% de los que entran hoy.

San Juan es un mozalbete mimado que anda buscando cualquier pecho donde recostar su cabeza, además, teme que se sepa que su evangelio no lo escribió él, en realidad escribió partes, pero lo editó y redactó la mayoría de los textos un discípulo suyo del que nadie se acuerda.

San Esteba todavía se cura los moretones de los peñascazos y se queja amargamente por su martirio permanente, el triste registro de haber sido el primero no le da ningún consuelo.

María guarda silencio.

Magdalena le gusta coleccionar canciones, escritos y pinturas que la retratan. Se ríe de los que la creen meretriz, pero no le molesta que la idea ronde en el aire.

San Pablo revisa diariamente sus cartas, las corrige y vuelve a escribir, pensando que algún día va a hacer una segunda edición. Nadie lo dice, pero todos saben que siente envidia "que el inculto de San Pedro", tenga una basílica más grande que la suya en el corazón de Roma.

Judas goza de una eternidad sin sobresaltos ni preocupaciones en una cómoda villa a las afueras del cielo. Nadie lo molesta con la condición que no abra la boca ni se deje ver por las dependencias celestiales.

Simón el Zelote intentó organizar unas milicias, contactó a alguno de los arcángeles con espada pero lo pararon en seco. Sigue siendo un inconformista y hay quienes creen que estaría complotando.

María guarda todas estas cosas en su corazón.

Así por los siglos de los siglos.

15 febrero 2007

De comparaciones, libros y cine




Una de las cosas que siento como una sutil, casi imperceptible, diferencia entre viajar en Africa y hacerlo diariamente en Madrid no es con la calidad ni comodidad del transporte, que saltan a la vista y son obvias. Tiene que ver con la lectura. En los dos meses que pasé moviéndome por África, sólo una vez vi en un bus a alguien con un libro en la mano. A veces me sentía más raro por andar con un libro que por ser blanco.
Viajando de Bamako (capital de Mali) a Segou, antes de salir de la ciudad el bus se detuvo mucho rato (como casi en todos los recorridos) y hubo un tira y afloja entre unos que querían viajar y los del bus que no los querían dejar subir cosa que hizo que el ambiente se pusiera medio tenso, medio divertido (como suelen ser ese tipo de situaciones en aquellas latitudes). De pronto pasa un tipo por mi lado y jala del libro que tenía en la mano (High Fidelity de Nick Hornby, muy recomendable para treinteañeros solteros), yo lo tenía tomado con firmeza y reaccioné a tiempo para que no lo sacara. No creo que fuera a robarlo ni nada, pero no entendí si era un modo de establecer contacto, de ser simpático o, por el contrario, de mostrar presencia con un pequeño acto de fuerza. Fue un extraño episodio en torno a un libro, un objeto muy raro en esas latitudes.
No recuerdo haber visto que vendieran muchos libros en las calles o que hubieran muchas librerías. Sí estuve en una muy bien surtida en Dakar, pero que claro no era para la gran población.
En Madrid, cada vez que viajo en Metro hay por lo menos dos personas por carro leyendo un libro y, dependiendo la hora, varios más leyendo el diario.
Las principales librerías del centro de Madrid (FNAC, Casa del Libro) tienen varios pisos (varios es, por lo menos más de dos), en los kioskos se venden libros y en el centro hay diversas librerías temáticas. En el mercado del Rastro, los domingos, la cantidad de puestos de venta de libros usados es llamativa.
A propósito de libros y grandes tiendas, FNAC tiene en el tercer piso una sala de lectura, como un living semicircular, con dos gradas y alfombrado, separado del resto de la tienda con un vidrio, dentro se escucha jazz y así no se siente el bullicio de los que compran (o se pasean). Se puede encontrar entre 5 y 20 personas devorando novelas, libros de arte, técnicos, de tecnología o comics, "sin pagar".
El miércoles, que para mí es día de cine, andaba con deseos de ver una película, pero como ando en plan de ahorro, en vez de ir al cine y pagar los €5 ($3500 de los chilenos, el día barato) me fui a FNAC, tomé el guión de VOLVER, la última producción de Pedro Almodóvar (que no había alcanzado a ver), me senté en la salita y leí el film de un tirón. Cuando termíné, a la hora y tres cuartos, me sequé la nariz (porque de verdad me emocioné), dejé el libro y volví a mi casa.
Así tuve mi día de cine.
Esas cosas las permite Madrid.

09 febrero 2007

Paseando por Roma






Siguiendo los pasos de Leonardo, llegamos a Roma, ciudad donde el maestro vivió sus momentos más oscuros. Ignorado, sin trabajo concreto, eclipsado por las figuras emergentes de Rafael y Miguel Angel, espiado y vilipendiado.
Al poco tiempo volvería a Milán, donde conocería al Rey Francisco I de Francia, quién lo invitó a pasar sus últimos años en su corte.