19 noviembre 2007

Consumidores

Hasta ayer los días estaban, si bien fríos, soleados, lo que daba una esperanza de tibieza cotidiana. Pero hoy, cambió. Hace un par de horas se puso a granizar lo que para mí fue totalmente inesperado. No me había percatado que hiciera ese frío, pero claro, dentro de casa todo es distinto, por primera vez vivo con calefacción central, poder moverme tranquilamente de la habitación al salón y de ahí a la cocina sin tener que abrigarme, sin tener que arrastrar una estufa sea de gas, eléctrica o parafina. Todo un lujo.
Donde sí he sentido frío ha sido en Salamanca, ahí el trayecto matinal de la casa de Gregorio hasta la facultad es de un frío profundo, inexorable y penetrante. Dentro de las aulas volvemos al confort del calor regulado. Gregorio es un compañero chileno que a las pocas semanas de clases demostró que “el chileno es solidario” –frase que me imagino en estos días debe estar de moda en Chile- y me invitó a quedarme en su casa la noche de los jueves. Mi presupuesto lo agradece y mi deseo de compañía y conversa sobre la chilenidad, las mujeres pelar a los españoles, también.
El master de la Pontificia de Salamanca es de escritura de ficción para cine y para televisión, por lo que he comenzado a ver con más regularidad series españolas y gringas. La mayoría me han gustado. Pero esta experiencia audiovisual cotidiana se ve interrumpida, como en todas partes, por largas tandas de publicidad, que versan principalmente sobre productos de belleza, telefonía móvil y automóviles. Si alguna vez en nuestra tevé local se respetaba que en cada tanda veíamos una marca por cada producto, es decir, si auspiciaba Jumbo no lo hacía Líder. Creo que ya no es así. Pero acá impresiona, a un comercial de Toyota le sigue Renault, uno de Vodafone, uno de Movistar y otro de Ford. Parece que el deseo de motorizarse y comunicarse es apremiante.
Alvaro, uno de mis compañeros de piso, me cuenta del impresionante apetito de comprar teléfonos móviles de los madrileños, desde hace pocos días trabaja en una tienda de Vodafone y el sábado nos relataba el flujo de personas y los niveles de venta que tienen en el local.
Nos pusimos a elucubrar sobre móviles y automóviles y nuestra conclusión fue que los teléfonos celulares son a los pobres lo que los autos a los ricos. Aclaro, cuando me refiero a ricos y pobres es una distinción arbitraria entre quienes tienen el poder adquisitivo para comprarse un vehículo y los que no pueden acceder a él, pero nada tiene que ver con el resto de sus gastos y formas de vida, sin olvidar que los parámetros de bienestar económico son bien distintos en España que en Chile.
Todo pasa por la sensación de satisfacción y de estatus, uno y otro pueden producir sensaciones similares. Por ejemplo, la necesidad de cambiarlos con frecuencia, los autos cada uno o dos años, los móviles cada su par de meses, unido va el anhelo de tener la última generación y los adelantos más recientes del mercado. En algunas familias a cierta edad se les regala su primer auto, en otras, su primer teléfono portátil. La conversación social sobre unos y otros siempre es comparativa y trasluce un sesgo de competitividad y envidia del tipo “el mío corre a tanto”, “el mío tiene video conferencia con Internet...”. En ambos casos hay los que se los compran sobre dimensionados para sus necesidades: enormes 4x4 que nunca salen del asfalto y blackberries que no envían ningún correo electrónico (pasando por alto que son feos e incómodos).
Y existen los consumidores poco consumidores, inmunes a las tentaciones de publicidad y promociones, que conservan sus cacharros y sus aparatos por mucho tiempo sea por indiferencia u opción política “anti consumo”.

En fin, sé que sonará clasista, muy clasista, pero en buen chileno diríamos que los cuicos hacen ostentación de sus autos y los rotos de sus celulares.

Pd: Gracias por los saludos de cumpleaños.