24 septiembre 2008

“Neponimos stassi, Monastirakis. Next station Monasterakis”

Este blog comenzó como una crónica de viaje, inspirado en el anhelo narcisista que otros se interesen por lo que a mí me pasaba mientras recorría África, lo que pensaba y lo que iba viviendo.

Ahora que he vuelto de un viaje de vacaciones, las primeras fuera de las fronteras de España desde que llegué aquí, siento ganas de contar y al mismo tiempo, la duda qué contar.

Para hacerlo fácil, puedo partir de lugares comunes: Grecia tiene: Acrópolis, Islas, Ferries, cientos de turistas, playas soñadas (para quienes les guste la playa), marcha-carrete, maricas buscando a otros maricas (perdón, debí decir Gay, al fin y al cabo tienen dinero suficiente para viajar a Grecia), gyros, pan pita, queso feta y todas las delicias de la cocina mediterránea, casitas blancas colgando de los cerros al mar, cúpulas y campanarios de cientos (no exagero) de iglesias, capillas, ermitas y santuarios ortodoxos –con sus popes vestidos de negro con luengas barbas-, molinos –de viento-, tiendas de souvenirs, vistas sobrecogedoras y románticas –según la hora del día- sobre el mar. También, pero menos visibles, hay ancianos sentados fuera de su casa o en pequeñas placitas compartiendo la conversación o jugando bacgamon en la mesa de un bar. Y si se hace el esfuerzo de buscar un poco más, hay cabras en el cerro, burros, gallinas, montes cruzados por pircas y caminos de piedra y más capillas salpicando de blanco el territorio.

Es un lugar para evadirse y tomarse las “merecidas vacaciones” (qué expresión horrible, como si hubieran vacaciones inmerecidas. Probablemente el término lo inventó el mismo que escribió lo de la hormiguita y la chicharra, o lo de los tres cerditos: un trabajólico preocupado por la productividad y envidioso de los que disfrutaban sin hacer nada) y también es un sitio que me hace pensar, por ejemplo, en los efectos del turismo y la invasión de los que nos movemos buscando novedad, bonitas vistas, entretención, objetos para comprar, exotismo y la posibilidad de caminar por los terrenos que hemos visto en fotos. ¡Vaya fenómeno el turismo! Como visitante me cuesta encontrar las claves de la vida cotidiana que se cuela entre buses cargados de señores con jockey y cámaras de fotos. En el centro de Madrid, en el Paseo del Prado también están los “guiris” con sus mapas, para mí ya son parte del paisaje y cuando voy a una reunión o a comprar algo son menos que una anécdota, pero visto del otro lado, teniendo yo el mapa y buscando el sitio tal o cual, siento la necesidad de entender dónde va ese que habla griego, claro que en una isla donde todos visten bermudas, es más difícil aún comprenderlo.

- Te recomiendo una isla pequeñita, no hay tanto turismo y se está muy bien-. Nos propuso un español que volvía de las Cicladas.

- ¡Ya, por favor, algo donde las hordas no lleguen!

- Folegandros, está entre Santorini y Milos.

Para allá nos fuimos. Viniendo de Santorini, que tiene un sitio de vistas inolvidables como Oia al atardecer y un especie de Playa del Carmen en estilo griego llamado Fira, Folegandros es un pequeño remanso natural. El fin de temporada también nos ayudó a que los espacios estuvieran más vacíos, que no hubiera dificultad para tender la toalla en la playa (es más, estábamos en una playa de 100 mts. de largo con no más de 8 personas) y poder encontrar a los lugareños en sus casas. Poniendo ojo, podíamos identificar el restaurante donde iban los parroquianos y acercarnos a comer donde ellos prefieren hacerlo. Para mí, que ir a la playa y bañarme a gusto, nadando sin preocuparme por el frío del agua está muy bien, pero estar 5 horas bajo el sol no es mi deporte favorito, la oportunidad de caminar por los cerros después de meses de no hacerlo; recorrer los senderos guiándome por un mapa (¡sí, como en los viejos tiempos!), sintiendo el viento, pisando el suelo agreste y buscando la ruta, fue lo mejor del viaje, mi espacio más personal.

Y en Atenas, parada obligatoria pero sólo para una breve visita, recorriendo el Museo de Arqueología, paseando entre esculturas imponentes, máscaras fúnebres, y vestigios de su época gloriosa, me surgió otra reflexión, asociada a su historia, sus ruinas que hablaban de una ciudad organizada y ambiciosa, y el legado que nos dejaron. Me preguntaba cómo esos señores en plena época de tiranos, reyes, emperadores, dinastías que conquistaban con armas a medio mundo, hayan elegido como forma de gobierno un sistema en que votaban las decisiones y elegían a sus líderes, concientes que la democracia era el mejor modo de desarrollarse, de florecer y dar espacio para la creación de obras de arte y de pensamiento. Ahora nos parece bastante normal (digo “bastante” pues experiencias de tiranos aún las recordamos), pero en el contexto de esos tiempos, me maravilla y me intriga cómo llegaron a esa decisión. Quizá hayan sido nuestros hermanos extraterrestres los que les pasaron el dato.