11 octubre 2006




TransDakar

8:30 p.m.
Mi amiga Cinzia enferma, fiebre, dolor de estómago.
Ella teme que sea malaria. Yo pienso que es una intoxicación con lo que comimos ayer, o una gripe.
Ha llamado al laboratorio, vienen a la casa a hacerle el examen.
Está débil, ahora come una sopa para uno Maggi chilena con fideos cocidos italianos.

Yo traspiro y traspiro. El agua me cae por la frente, a veces las gotas llegan hasta el suelo, otras en mi polera. El ventilador lo tengo a menos de un metro, con cada giro es un poco de alivio, luego se va y vuelvo a lo mismo.

Suena Mecano desde mi computador.

Hoy estuve toda la mañana leyendo mi guía de Senegal. No salí hasta pasado las 4 de la tarde. Todavía me duraba el shock del día ayer en los mercados del centro de la ciudad y el tour que me hizo mi “amigo y guía” Chiehk quién me pidió al final FCA10.000, le di 2000 y una Coca-Cola. Quedé de llamarlo hoy para otro giro, pero no lo hice. Mañana sí.

Me animé y salí caminando en dirección al centro, pero tenía claro que no iría hasta allá.
Fui hasta un supermercado que está a unas 20 o más cuadras de casa de Cinzia. Entré me paseé por entre las góndolas. Todo muy igual a los supermercados chilenos (hilando fino podríamos decir que a uno de barrio o de provincia), más o menos los mismos productos, salvo el manjar o dulce de leche. Los precios bastante similares. Senegal es barato comparado con Europa, con nosotros está muy cerca, salvo en el transporte, los taxis tienen unos precios ridículos, no tienen taxímetro, hay que negociar y regatear antes de subirse. Con mi pobre francés y el nulo Wolof sólo me queda mostrarles el mapa y mostrarle las monedas.
Dentro era como una cápsula, aire acondicionado, productos envasados, gente de color bien vestida con ropa tradicional u occidental y algunos blancos, cajeras con uniforme, guardias de seguridad. Antes de salir del súper me compré un diccionario de español francés a ver si puedo paliar un poco el déficit lingüístico.

Volví a la calle, era Dakar de nuevo, un caos de autos, especies de micros y un sinnúmero de taxis, vendedores por todos lados. Frente al súper se puso una feria libre, larguísima, vendían ropa, mucha ropa principalmente occidental, caminé por la calle que la rodea, no me metí entre los puestos. En todas partes hay gente vendiendo, de todo, desde relojes y cinturones a baratijas y antigüedades, equipos de música semi descompuestos, trozos de piel de animales, cuernos y hierbas probablemente con sentido religioso, Jirjir creo que se llaman unas especies de escapularios que se cuelgan con cosas mágicas o trozos del Corán (Viva el sincretismo!), maní y otros granos, unos palitos largos que según me explicaron, como están en Ramadán y no comen durante el día, lo usan para paliar el hambre o para limpiarse los dientes.
La feria estaba junto a un canal tipo San Carlos pero todo encementado y con muy poca agua, toda “servida” –qué gran eufemismo aquello de “agua servida”, para no decir agua con caca y residuos varios, por último fuera “aguas usadas”, “aguas desechadas”, qué es eso de “servidas”: yo me la sirvo, la proceso, la elimino y se convierte en… agua servida- en cualquier caso el olor, era “servido”. Lo más llamativo fue ver a una mujer con una gran palangana sobre la cabeza, vaciar todo su contenido “servido” sobre el canal.

Cinzia duerme, bajo el volumen la música del computer.

Mi cara de asco y mis ojos semi cerrados por la resolana me deben hacer ver muy occidental y, para peor, turista.

Al regreso unos niños estiraban unos hilos larguísimos con unos aparatos como los que usan para guardar el hilo los encumbradores de volantines, no entendí para qué eran, sólo que no quisieron que les tomara fotos. En realidad lo que quieren es que les dé plata por la foto. Seguí de largo y como una cuadra más allá estaban haciendo telares con esos hilos, la base en blanco y los tejían con azules, dorados y verdes. Ahí si saqué fotos a un par de cabros que tejían… les di una luca (aquí el cambio es casi igual que en Chile).

Volví a casa con mis compritas y me encontré con mi anfitriona enferma. Che cazzo!!! Así que ahora estoy de enfermero. Es lo menos que puedo hacer…

Son las 9:00 pm y hace rato que está oscuro. Los del laboratorio aún no llegan.

1 comentario:

Silvana dijo...

Es un placer leer tus realatos, me hace acordar de olores, sabores y colores, los ruidos de la calle.

Algunas veces quisiera volver, pero creo que mi actual condición de madre me haría sufrir mucho, con los niños de la calle.

Quizas si fuera sola me iria para allá.

Mire tu fotos y pense en personas que conoci y que recuerdo y que se que no veré mas.

Me da mucha nostalgia.

Cuidate mucho

Un abrazo